Este es un fragmento extenso de una conferencia que me encargaron pronunciar hace más o menos un año pero que, por cuestiones imprevistas, al final no pude dar. Creo que no estaba del todo mal lo que había escrito, así que me tomo la libertad de publicarlo en este espacio por si es de vuestro interés. Si os gusta el tema y queréis profundizar más, no dudéis en decírmelo en los comentarios y me pongo a trabajar en la continuación. Confío en que sea de vuestro agrado.
El deseo en Lacan. Deseáis que hable de eso, deseo. Somos deseantes, pero ¿qué es el deseo? Hay deseos de seda y deseos de Sade, están los deseos de Teseo y los deseos de Perseo, las mujeres deseadas y lo que desean las hadas desatadas, está el que desea la marea y el que desea que lo que tenga que ser que sea. Ella desea que ahí él la vea y de esa en esa dehesa desase el desbloqueo del deseo. No deseo todo lo que poseo pero creo en todo lo que deseo. Si paseo sobre mi deseo descubro que peleo por lo que desempleo y en cambio descreo en lo que mi deseo cree desear. Entonces, ¿qué es el deseo? ¿Un destello? ¿Una destreza que me desposea de lo que ella desea? Quizá, pero sobre todo el deseo es un velo. Es un velo y también un agujero.
He querido empezar con esta especie de juego de palabras por dos motivos. El primero es que estoy entre amantes de la literatura y considero que el buen literato no es el que busca emociones con el fin de expresarlas con palabras, sino el que juega con el lenguaje, en ese juego crea belleza y encuentra que las palabras estremecen el cuerpo. El segundo motivo es empezar a mostrar una de las cuestiones fundamentales que descubre Lacan, a saber, que el deseo es producto del lenguaje. En otras palabras, el deseo aparece porque hablamos.
Antes de meternos completamente en harina y explicar qué es el deseo para Lacan creo que sería bueno que introdujera algunos datos respecto a este pensador.
¿Quién fue Jacques Lacan? Lacan fue un psicoanalista, psiquiatra y pensador francés. Nació en 1901 y falleció en 1981. Estudió medicina y se doctoró en psiquiatría con una tesis muy famosa en ese mundillo en 1932. Comenzó a interesarse por el psicoanálisis a raíz de dicha tesis y se formó como psicoanalista a finales de los años treinta. Nunca dejó de estudiar y su teoría es compleja de comprender porque toma conceptos de muchos campos: el psicoanálisis, la literatura, la filosofía, la lingüística, la matemática, la lógica…
Aunque tiene bastantes artículos escritos, la mayor parte de su enseñanza la realizó de manera oral, impartiendo un seminario semanal ininterrumpido desde 1953 hasta 1980 ante un auditorio de psicoanalistas, filósofos, literatos, sociólogos… Eso son casi treinta años investigando, dialogando consigo mismo y con su auditorio sobre la esencia del psiquismo, sobre la condición humana.
Para dar pinceladas anecdóticas de Lacan comentaré que asistió en 1923 a la primera lectura pública que se hizo en París del Ulises de James Joyce, realizada por el propio autor. Cincuenta años más tarde Lacan le dedicaría un año de su seminario a Joyce para preguntarse si estaba loco o no. Fue el médico personal de Pablo Picasso en París. Se rodeó de la élite intelectual de su época (fue amigo de Sartre, se carteaba con Heidegger, frecuentó a poetas y artistas surrealistas, etc).
Lacan fue un luchador. Debido a las innovaciones que su teoría producía en la práctica del psicoanálisis la Asociación Internacional de Psicoanálisis (la IPA, que había fundado Freud hace ahora más o menos cien años) le expulsó de su seno en los años sesenta. A pesar de eso Lacan seguía afirmando que él era el único que había leído a Freud. Creó su propia escuela de psicoanálisis a raíz de esta escisión y actualmente es una de las más prestigiosas del mundo. Caminaba en solitario, no sólo por la expulsión que sufrió sino también porque su pensamiento era tan complejo que al resto de las personas les costaba varios años comprender en profundidad lo que Lacan había enunciado hacía tiempo, por lo que siempre estaba solo frente a sus propios descubrimientos.
Toda la complejidad de la teoría psicoanalítica de Lacan, todos sus intentos de expresarla a través de la lógica matemática, de la formalización lógica, sus numerosísimas referencias a multitud de campos del saber, todos sus cuestionamientos y profundidades están articulados en torno a una sola pregunta. Esa pregunta nos va a llevar al corazón del tema de esta conferencia, que es el deseo.
La pregunta sobre la que giran las décadas de trabajo de Lacan es la siguiente: ¿Cuál es la relación entre el cuerpo y el lenguaje? Esta simple pregunta va a hacer que Lacan lo cambie todo respecto a la concepción del ser humano, respecto a lo que somos. Voy a tratar de mostrar la pregunta de Lacan en toda su amplitud de una forma sencilla.
Antonio Sánchez Zamarreño es un poeta que me encanta. Tiene una poesía muy breve que titula Ojos fuera de mí y dice así:
Como las he mirado con amor,
tengo los ojos repartidos por las cosas.
Fuera de mí: espesos
en la materia más espesa.
Libres de mí, me libran de mí mismo.
Cada vez que leo esta poesía algo en mi cuerpo se estremece. ¿Por qué? ¿Por qué las palabras sacuden el cuerpo, lo hacen vibrar? ¿Por qué la música, otro lenguaje sin palabras, hace que el cuerpo se agite y alcance una satisfacción casi de éxtasis?
Bueno, la psicología, la psiquiatría y las neurociencias aducirían algo sobre el aprendizaje o sobre la genética, algo como que biológicamente estamos predeterminados para experimentar placer por las palabras o por los sonidos. El psicoanálisis no comparte esta idea. Para el psicoanálisis la hipótesis es más simple. Si el lenguaje nos sacude el cuerpo es porque el cuerpo está hecho, en parte, de lenguaje. Los sonidos, las palabras, se entretejen en torno a nuestra carne y eso es lo que nos conforma como humanos. Por ello, cuando ciertas palabras o ciertos sonidos (nunca los mismos para distintas personas) llegan a nuestro cuerpo, nuestro cuerpo responde a ellos experimentando emociones muy intensas. Por ello personalmente concibo la terapia psicoanalítica como el intento de encontrar la poesía más íntima de cada persona en particular. Luego si me da tiempo aclararé más esta cuestión si queréis.
Lo que me interesa destacar es que Lacan parte de esta idea: si el ser humano está hecho en gran parte de lenguaje, ¿cuál es la relación entre el lenguaje y el cuerpo? ¿Cómo se influyen mutuamente? ¿Qué efectos se provocan entre sí? Investigando sobre estas cuestiones Lacan se encuentra de cara con el deseo.
Lo cual nos lleva a definir de una vez qué es el deseo. Fernando Colina, un prestigioso psiquiatra, define el deseo como el síntoma de la vida. Es una definición muy bella y muy precisa porque el deseo enlaza con la vida. Si no hay deseo, estamos muertos, primero anímicamente y después biológicamente. Cuando en mi juego de palabras introductorio finalizaba diciendo que el deseo es un velo, me refería precisamente a esto. Lo que el deseo vela es la muerte, o más bien el camino que nos lleva a nuestra muerte. Poco a poco iré aclarando estas ideas.
En ese juego de palabras también decía que el deseo además de un velo es un agujero. Esta es precisamente la definición central que le da Lacan al deseo. ¿Qué significa que el deseo es un agujero? Pues simplemente que el deseo es una falta. Cuando decimos que deseamos algo, lo que estamos diciendo es que nos falta esa cosa, que ojalá la tuviéramos. Lo que define al deseo es la sensación de que nos falta algo. Esa sensación de falta nos provoca un sentimiento de insatisfacción. Pasamos nuestra vida continuamente insatisfechos porque pasamos nuestra vida deseando.
Esto que acabo de describir (la sensación de falta y la insatisfacción) es algo que experimentamos todos nosotros de forma habitual. Ahora bien, ¿por qué tenemos esa sensación? ¿Por qué esa falta no parece apagarse nunca aunque obtengamos lo que deseamos? Ya que a la satisfacción de un deseo le sigue otro deseo. Si yo deseo acostarme con alguien y lo consigo, me quedo tranquilo un ratito pero enseguida aparece algo que no tengo y que deseo, por ejemplo irme el fin de semana a la sierra o tomarme una cerveza con los amigos. Os tengo que advertir que entramos en una parte densa de esta charla. Trataré de explicarlo de la forma más simple que pueda.
¿Por qué vivimos con la sensación de que siempre nos falta algo? Aquí es donde Lacan empieza a trastocar la ciencia. A los ojos de la ciencia no nos falta nada, según ella nuestros deseos más profundos se pueden lograr mediante aprendizaje (que modifica el cerebro) o mediante fármacos (que también lo modifican): si yo deseo sentirme mejor conmigo mismo sólo tengo que aprender cómo aumentar mi autoestima para que en mi cerebro se grabe ese aprendizaje y mantenerlo, o si yo deseo dejar de sentir ansiedad sólo tengo que tomar unas pastillas para que mi cerebro segregue las sustancias que hacen que me calme. Sin embargo, a largo plazo el aprendizaje y los fármacos no alivian la insatisfacción vital. La sensación de que siempre falta algo no se apaga definitivamente con nada de lo que ofrece la ciencia, se puede paliar a corto plazo pero nunca se elimina.
Y si esto es así, ¿por qué la ciencia sigue empeñada en creer en lo contrario? Porque para la ciencia el deseo al final se puede reducir a lo más biológico, a los instintos. Para la ciencia el ser humano tiene todos sus instintos conservados, así que si pudiera reconducir las neuronas cerebrales a los circuitos instintivos, el ser humano lograría siempre lo que desea. Por eso para la ciencia en el humano existe el instinto de supervivencia, el instinto de la maternidad y la paternidad, etc. Es por ello que la ciencia al final se queda sin palabras ante los sueños, el suicidio o la transexualidad.
Tan poderosa es la influencia de la ciencia que lo que nos enseñan en la escuela y lo que ya forma parte de la cultura general es que los instintos son lo más humano y lo más biológico que tenemos. “Sigue tu instinto” nos dicen, cuando más bien se trata de seguir el deseo. “Mi reloj biológico está en marcha”, me decía una amiga cuando empezaba a desear tener un hijo. “Tenemos el instinto de encontrar pareja”, me comentaba un colega hace tiempo para explicar la supuesta necesidad de no estar solos.
Pues bien, el golpe que Lacan le da a la ciencia es demostrar, siguiendo a Freud, que la naturaleza del ser humano es precisamente no natural. En otras palabras, que estamos rotos, que nuestros instintos están rotos para siempre y que no se van a arreglar nunca. Todo lo que se encamine a reconducir lo que deseamos a los instintos está condenado al fracaso. Por eso nos falta siempre algo. Lo que nos falta es el equilibrio que dan los instintos, eso lo hemos perdido para siempre. Para que esta idea se comprenda tengo que explicar la diferencia entre instinto (que es lo que tienen los animales) y lo que tenemos los humanos (que se llama pulsión y que es el germen del deseo).
Un instinto es algo que se sabe sin tener que aprenderlo, es completamente biológico y viene en los genes. Un pájaro echa a volar sin haber practicado antes y sin tener que estudiar, un potro se pone de pie y camina al poco tiempo de nacer sin tener que aprenderlo. El circuito del instinto funciona de la siguiente forma: primero el animal siente una necesidad, una tensión en el cuerpo que hace que se desencadene el instinto (por ejemplo el salmón que entra en el ciclo sexual). Cuando el instinto se desencadena el animal realiza una conducta automática que no ha aprendido para conseguir el objeto que calme esa necesidad (el salmón sube contracorriente el río para depositar sus huevas). Cuando logra ese objeto la tensión corporal desaparece por completo. Por eso el instinto es un circuito cerrado, porque aparece una necesidad o tensión en el cuerpo, se desencadena el instinto, se consigue el objeto que calma al cuerpo y la tensión vuelve a cero. Todo está ordenado, todo está equilibrado.
Sin embargo, en el ser humano esto no es así por dos razones: porque nacemos desvalidos y porque nacemos a un mundo hecho de lenguaje. Lo explico. El niño nace, y nace con instintos, no obstante su cuerpo apenas está desarrollado, es incapaz de caminar, es incapaz de abrigarse si siente frío o de lavarse si se siente sucio, pero el niño siente una tensión biológica, una necesidad (tiene hambre, frío o sueño por ejemplo), hasta aquí le ocurre como al animal. Ahora bien, cuando se tendría que desencadenar la conducta instintiva para conseguir el objeto que calmara el cuerpo, el niño no puede caminar para buscar alimento o subirse a la cuna, arroparse y dormirse, su cuerpo no le responde. Entonces, ¿qué es lo único que puede hacer? Llorar. Ese llanto no significa nada, es simplemente la expresión corporal de una tensión interna. ¿Y qué ocurre? Que se acercan los padres. Los padres le dan lo que necesita, pero además le dirigen palabras “¿qué te pasa? ¿Qué quieres?”
En este punto ocurre algo muy llamativo. Lo voy a ilustrar con un ejemplo. Imaginad que queréis decorar vuestra habitación, pero para ahorraros trabajo, en lugar de hacerlo vosotros contratáis a alguien que lo haga. Aunque esa persona haga un trabajo excelente y os guste como queda la habitación, seguro que no se parece a lo que vosotros teníais en la cabeza, seguro que hay alguna cosa que esa persona pone en la habitación que no os acaba de convencer y que no esperabais. Como no lo habéis hecho vosotros, hay una diferencia entre la habitación que pensabais y la que os encontráis, eso os deja una pequeña insatisfacción. Pues bien, eso es lo que le ocurre al niño que llora y no puede valerse por sí mismo cuando siente una necesidad y el instinto no puede actuar porque su cuerpo no está desarrollado. Al tener que depender de los padres, el equilibrio biológico del niño no es absoluto, la tensión corporal no vuelve a cero (como ocurría con el animal), sino que siempre queda un resto que no se satisface porque entre lo que necesita el niño y lo que le dan los padres siempre hay una diferencia. Esto es la pulsión y a diferencia del instinto, el cual era un circuito cerrado (la tensión corporal se apagaba una vez que se conseguía el objeto que calmaba al cuerpo), la pulsión es un circuito abierto (aunque se consiga el objeto de la necesidad, el cuerpo no se calma del todo, siempre hay algo que permanece vivo y que queda sin satisfacer).
Además de esto, está la cuestión del lenguaje. He comentado que el bebé lo único que puede hacer es llorar. Ese llanto al principio no significa nada, sólo expresa una tensión corporal. Sin embargo, los padres poco a poco van introduciendo ese llanto en el mundo del sentido. “¿Qué te pasa, qué quieres?”, le preguntan los padres al bebé. Al dirigirle palabras, van tocando el cuerpo del niño (le acarician, le besan, le abrazan), van introduciendo sensaciones corporales ligadas a sonidos, a sus voces (así es como el lenguaje se va entretejiendo al cuerpo). Es decir, que van aumentando la tensión del niño (al tocarle, el cuerpo reacciona aumentando la excitación corporal, esa excitación que no se apaga, que no vuelve a cero). Al introducir el lenguaje, los sonidos, las palabras junto con el aumento de excitación en el cuerpo, ya no es posible un equilibrio biológico, se necesita otra cosa.
Pongo un ejemplo para que esto se entienda. Imaginemos a un niño de 7 meses de edad. Ese niño ya tiene los instintos rotos, tiene una excitación corporal que no se calma sólo con objetos biológicos (como la comida o el sueño), así que sigue llorando. En ese momento, la madre le da un chupete y el niño se calma. Vamos a pensar. ¿Qué es un chupete? Es un objeto que no es biológico (no alimenta, no abriga), pero sin embargo hace que el cuerpo se calme. ¿Por qué? La explicación que dan Freud y Lacan es que el chupete lo que hace es unirse a ese resto de excitación corporal constante que hemos llamado pulsión. Si un objeto que no tiene ninguna utilidad biológica como es el chupete, si un objeto que fabrican los adultos en su mundo de lenguaje como es el chupete calma el cuerpo, sólo puede ser porque hay algo en el cuerpo del ser humano que sobrepasa a la biología, que no se puede reducir a ella.
En otras palabras y para resumir esta cuestión tan complicada, el lenguaje rompe el equilibrio natural de los instintos. ¿Cómo lo rompe? Introduciendo un plus, un más de excitación en el cuerpo humano que se llama pulsión. Ese plus de excitación pide ser satisfecho y para ello se necesitan objetos que ya no son biológicos (como el chupete).
La consecuencia de esto es que al tener los instintos rotos el ser humano tiene que aprender de forma individual y única las cosas más simples e importantes de la vida. Cada uno de nosotros debe construirse desde cero su identidad, la relación con su cuerpo, su sexualidad, su forma de estar en el mundo y de relacionarse con los demás seres humanos.
Si los instintos están rotos y ya no nos sirven, ¿podemos hablar de instinto sexual o de instinto de maternidad o incluso de instinto de supervivencia? Mi práctica clínica me enseña todos los días que no. Si tuviéramos instinto sexual ¿por qué yo voy buscando ciertas cosas en la cama y mi pareja no? ¿Por qué tenemos que ponernos de acuerdo para disfrutar los dos en la cama? ¿Por qué tengo que provocar el deseo en una mujer cuando me quiero acostar con ella si los dos tenemos instinto sexual y nos apetece? Si existe el instinto de maternidad ¿por qué algunas mujeres deciden no tener hijos? Si tenemos un instinto de supervivencia ¿cómo entendemos los suicidios? ¿Cómo comprendemos que una persona entre en una espiral de autodestrucción? Estas cuestiones me obligan a profundizar un poco más en la noción de pulsión porque es muy importante para entender el deseo humano.
Hay cinco características de la pulsión que son fundamentales:
1) La pulsión es consecuencia del lenguaje (al romper los instintos, el lenguaje introduce ese más de excitación en el cuerpo que es la pulsión).
2) La pulsión sobrepasa a la biología (necesita de objetos que no son necesariamente biológicos para unirse a ellos y calmarse, como hemos visto con el chupete).
3) la pulsión siempre se satisface (es una tensión en el cuerpo y nos obliga todo el rato a calmarla porque si no, sería insoportable, así que de una forma o de otra siempre logramos satisfacerla).
4) La pulsión no tiene objeto (esto quiere decir que se satisface con cualquier cosa, puede ser algo biológico – como la comida o el sexo – o puede ser con algo no biológico – como internet, el móvil, las compras, etc. – ).
5) la pulsión es una excitación interna (lo que quiere decir que no podemos desprendernos de ella huyendo o luchando como haríamos con algo externo; o bien encontramos estrategias para controlarla o bien nos matamos, porque la muerte es el único medio que la apagaría definitivamente).
Enumero estas características de la pulsión para empezar a entender por qué el deseo es un velo, por qué el deseo va a velar, a tapar, lo que nos podría llevar a la muerte.
¿Qué es lo que nos lleva a la muerte? Justamente la satisfacción sin freno de la pulsión. Uno de mis maestros decía “dejad que una persona se abandone a la pulsión y encontrará la muerte”. Esto se observa muy bien en la drogadicción. Vemos que la persona comienza a satisfacerse por medio de una sustancia (heroína, cocaína…) que al principio le provoca placer y apaga la pulsión. Sin embargo, cuando pasan los efectos de la droga la pulsión vuelve a estar presente y necesita otra dosis. Conforme pasa el tiempo, la persona ya no experimenta placer con la sustancia pero la sigue necesitando para satisfacer la pulsión, el cuerpo se la pide. Toda su vida gira en torno no a la sustancia (que también), sino a que el cuerpo se satisfaga con ella. ¿Y qué es lo que ocurre? Que el trabajo se pierde, que las relaciones se rompen, que la higiene, la alimentación y las actividades básicas se trastocan… sólo existe el circuito droga-satisfacción en el cuerpo o, en palabras de Freud, objeto de la pulsión-pulsión. Si esto se mantiene, es bastante probable que la persona acabe falleciendo, bien por una satisfacción excesiva que le mata (sobredosis), bien porque el abandono de lo más básico en favor de la pura satisfacción pulsional le acaba matando (inanición, soledad, exclusión social, enfermedades…)
Os pongo otro ejemplo un poco polémico de cómo la satisfacción sin freno de la pulsión conduce a la muerte, en este caso sin un objeto biológico como la droga de por medio. Es el ejemplo de lo que les ocurre a algunas mujeres maltratadas. Hay casos en los que vemos que una mujer se somete a maltratos físicos y psicológicos y no denuncia, o si denuncia, acaba retirando la denuncia, o rompe con la pareja que la maltrata pero al cabo del tiempo vuelve con él o, lo más llamativo de todo, vemos casos de mujeres en las que analizando su historia de parejas comprobamos que sólo se han relacionado con personas que las maltratan, sólo han tenido como parejas a maltratadores. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué le lleva a una mujer a acabar relacionándose sólo con parejas que la maltratan? Aquí volvemos a encontrar la pulsión. Hay algo en esa mujer, de lo que ella no es consciente, que sólo encuentra su satisfacción en un amor vivido al límite, un amor mortífero, donde ella acaba dando todo, dándose de tal forma que termina entregando su cuerpo y su vida. Tratemos de ver la lógica de esto. He comentado que la pulsión siempre se satisface. Una vez que ha encontrado la manera de satisfacerse, repite el mismo camino una y otra vez, es lo que le pasaba al drogadicto. Esto es también lo que está en la base de algunos casos de mujeres maltratadas que saben lo que tienen que hacer para romper el círculo, pero sin embargo se ven arrastradas por algo que las domina y las obliga a repetir una relación mortífera tras otra hasta acabar muertas.
La única explicación posible para entender que una persona repita aquello que le hace mal, que no le sienta bien, aquello que le lleva a su destrucción y a su consunción vital es suponer que hay algo en eso que le sienta mal que a la vez le provoca una satisfacción de la que no es consciente. Si yo meto la mano en el fuego y me quemo, probablemente no lo volveré a repetir, pero si yo meto la mano en el fuego y a la vez tengo un orgasmo, a lo mejor vuelvo a meter la mano en el fuego para conseguir el orgasmo, aunque me quede sin la mano. Esto es lo que está en la base de los ejemplos del drogadicto y de algunas mujeres maltratadas, el camino que ha encontrado la pulsión para satisfacerse son esas formas (con la droga o con una relación mortífera), por eso es muy difícil que dejen de repetir lo que les podría llevar a la muerte, porque lo que les lleva a la muerte a la vez calma algo del cuerpo, es decir, satisface la pulsión.
Vosotros me podréis decir, bueno vale, voy a suponer que es verdad el rollo este que me estás contando de la pulsión y de la satisfacción del cuerpo. Entonces no hay problema, la solución sería renunciar a la satisfacción. La solución pasaría por que renunciemos a repetir lo que nos hace daño y ya está. Eso es completamente cierto y muchísimas veces para salir de la droga o de una historia de maltrato hace falta renunciar al objeto que satisface nuestra pulsión, pero no basta sólo con eso y os explico por qué.
Cuando enumeraba las características de la pulsión comentaba que la pulsión no tiene objeto, es decir, que se puede satisfacer con cualquier cosa. “Cualquier cosa” quiere decir precisamente cualquier cosa, es decir, se puede satisfacer incluso con la renuncia. Esta es otra de las claves que descubre Freud y a la que Lacan le da toda su importancia: la pulsión se puede satisfacer con la insatisfacción.
Os pongo un ejemplo clínico que vais a entender todos enseguida: la anorexia nerviosa. ¿Qué les ocurre a las personas que padecen este trastorno? Que dejan de comer. Se empeñan con todo su ser en no comer, es decir, renuncian a una satisfacción del cuerpo vital, completamente necesaria. Hasta tal punto renuncian a la satisfacción de la comida, que pueden encontrar la muerte. ¿Y cómo son capaces de eso? La lógica es la misma que la de los ejemplos anteriores: porque la pulsión ha encontrado su satisfacción en la insatisfacción. Se repite una y otra vez esa renuncia a la comida que hace que algo del cuerpo se satisfaga, al mismo tiempo la persona anoréxica no es consciente de dicha satisfacción, por lo tanto, sufre persistiendo en no comer, poniendo en riesgo su vida.
Entonces, no basta sólo con renunciar al objeto de la pulsión, ya que la pulsión se puede enganchar a otro objeto o incluso a la misma renuncia y producir resultados desastrosos. Además de la renuncia hace falta el deseo.
He comentado que la pulsión es una tensión interna y que por tanto no podemos salir huyendo de ella o pelearnos a puñetazos con ella, ya que forma parte de nosotros mismos. Así que o encontramos estrategias para manejarla o ella misma nos acaba matando. La estrategia fundamental para manejarla y para evitar recorrer el camino que nos lleva a la muerte por la pulsión es precisamente el deseo.
¿Por qué? Bueno, la definición por excelencia del deseo es que es una falta, un agujero, como he dicho antes. En otras palabras, el deseo se podría entender como un espacio vacío. Ese espacio vacío es el que pone a distancia la pulsión y rompe el círculo infernal de caer siempre en su satisfacción.
Lo voy a ilustrar con un ejemplo que Lacan toma de Heidegger, el filósofo existencialista. Pensemos en lo que hace un alfarero. De forma inmediata creemos que lo que hace el alfarero son figuras de arcilla, que el trabajo del alfarero es dar forma al barro y hacer jarrones o vasijas. Eso es cierto, sin embargo para Heidegger más que dar forma a la arcilla, el trabajo del alfarero es sobre todo hacer agujeros (los jarrones y las vasijas tienen un agujero en medio), es decir, el trabajo del alfarero sería introducir espacios vacíos en la arcilla y así obtener otra cosa, por ejemplo jarrones. O sea, que lo característico del alfarero sería introducir un espacio, un hueco, allí donde antes no lo había. Esto es lo que hace el deseo con la pulsión.
Tenemos la pulsión (ese más de excitación biológica que nunca se apaga, que nunca vuelve a cero), tenemos que la pulsión se satisface con algo para tratar de calmarse (ese más de excitación biológica se engancha a un objeto: el chupete, la comida, la droga, cierto tipo de relación de pareja, incluso a la insatisfacción como hemos visto en la anorexia). Tenemos que si esto se deja a su inercia este circuito se va repitiendo una y otra vez hasta consumirnos. Para salir de esto, hay que hacer agujeros en ese circuito, hay que introducir espacios vacíos que conviertan ese circuito en otra cosa.
Esto es justo lo que hace el deseo. Introduce agujeros, espacios vacíos que ponen a distancia la pulsión y su satisfacción continua. Es por ello que el deseo es, sobre todas las cosas, una falta, pura insatisfacción. Pero una insatisfacción que nos da la vida.
Escrito por Jesús Rodríguez de Tembleque Olalla
Psicólogo clínico del equipo Ágalma
Excelente artículo. Muy claro y comprensible. Ojalá puedes a publicar otro!
Hola, Daniela. Muchísimas gracias por leernos y por tus amables palabras. En cuanto pueda, me pongo a trabajar en la continuación, a ver si consigo hilar algo más o menos comprensible. Un saludo.
Un tema complejo explicado sencillamente a modo de divulgación. Me ha gustado. Yo todavia estoy enganchada en la dificultad del tema y me es dificil expliicarlo «sencillamente», cosa que admiro.
Hola, Montserrat. Muchísimas gracias por tus palabras. Me alegra que te haya parecido comprensible. Es un incentivo grande el saber que nos has leído. Un saludo.
Muvhisimas gracias Jesús, me ha gistado muchísimo!! Sé que yo fui la responsable de esta solicitud de conferencia que despues no pudo ser pero que deseo que algun dia sea. Ya estoy deseando la segunda parte. Me ha fascinado la claridad con la que expones conceptos tan complicados.Gracias porvtu generosidad al compartirlos
Muchísimas gracias a ti, Mercedes, por tomarte la molestia de leerlo. Te agradezco mucho el favor que me haces al decirme que puedo expresar con algo de claridad conceptos complicados (también se debe a que ya lo tengo muy trillado).
Gracias a que me solicitaste la conferencia pude ordenar algunas cosas que tenía en la cabeza y pensar sobre ejemplos para que se entendieran cuestiones tal vez un poco teóricas, así que siempre te estaré agradecido por facilitarme que me pusiera a reflexionar y a estudiar. El que luego se diera o no la conferencia no es tan importante.
Gracias por todo. Intentaré sacar tiempo para continuar con el tema.
Un abrazo grande.
Gracias por explicar de manera entendible las circunstancias en las que se puede mover el maltrato de género para comprender aspectos clave de su reiteración en personas que lo han sufrido previamente. Me ha parecido muy interesante. Enhorabuena!!!!
Hola, Demócrito. Gracias a ti por tus palabras y por tomarte la molestia de leernos.
El tema de la violencia de género es mucho más complicado y extenso. Sólo he querido poner como ejemplo esta cuestión porque considero que ilustra claramente lo que en el fondo está en juego en todo ser humano, a saber, una satisfacción del cuerpo que se repite por los mismos circuitos. Afortunadamente, siempre hay salidas pero todas y cada una de ellas pasa por asumir la responsabilidad de lo que nos acontece en la vida. Eso no quiere decir que seamos responsables de las contingencias o sucesos en los que nos vemos envueltos (ya que muchas veces son azarosos y nos los encontramos), pero sí somos responsables de lo que hacemos con ellos.
Por lo que se refiere a la violencia de género, la cuestión va mucho más allá y hay que tener en cuenta al otro miembro de la pareja. No para excluirlo, sino precisamente para tratar de comprender qué dinámica hay en juego. No podemos quedarnos en la lectura superficial que desemboca en una clasificación pseduopsicológica de perfiles del maltratador y perfiles de maltratadas. Hay mucho más. Siempre lo hay.
Reitero mi agradecimiento. Un saludo.
Muy inteligible. Enhorabuena por los ejemplos.
Saludos cordiales
Muchas gracias por tu comentario, Lola. Me alegra saber que te ha resultado comprensible. Un saludo.
¿Podría aclarar un poco lo referente a las personas con anorexia nerviosa, por favor? , muy agradecida